¡Dificil tarea escribir un post sobre un libro escrito por nuestro profesor!
Juan Carrión, autor del libro comentado
Nuestro profesor es JUAN CARRIÓN. En su blog refleja que es experto en gestión de empresas y procesos de cambio estructural y organizativo. Y también nos cuenta que, además de ser nuestro profesor de “Sistemas de organización de la producción” en la Universidad complutense, enseña en el ESIC, compaginando su tarea docente con su trabajo en Innopersonas. Académicamente (entre otros estudios) nos ha contado en clase que es Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, y también Ingeniero Superior en Informática.
De entre la bibliografía que nos recomendó al comenzar el semestre elegí el libro que hoy me sirve de base para escribir unas reflexiones, por ser la idea que más claramente se me quedó ¿somos cromañones o neandertales?
– Empresas Neandertales:
“Aquellas que están llenas de seres humanos que no han desarrollado ninguna capacidad humana” , que parecen estar poco preparadas para afrontar nuevos retos, y seguidoras de las enseñanzas de Smith, Taylor, Ford, y Weber.
En este tipo de empresas coloco a los “líderes/directivos” que nuestro profesor califica de crueles e inhumanos, y que piensan que solamente ellos son capaces de pensar y los demás no son más que una panda de mediocres. . . auténticos tiranos que malgastan sus vidas destrozando las de los demás.
– Empresas Cromañonas:
Empresas mas flexibles, con mayor capacidad de aprendizaje, que se han olvidado de la jerarquía estricta y el control exhaustivo, y que son capaces de sacar lo mejor de las personas que las integran. Son empresas que han cambiado su entorno mediante entradas disruptivas con productos rompedores, nuevos modelos de negocio, nuevos modelos empresariales y nuevos paradigmas culturales.
Pero de este libro me interesó mucho la posibilidad de transmisión de puntos de vista “nuevos” para mí, porque en el tema de la visión sociológica de la “cultura” es donde más cosas nuevas estoy descubriendo en estos estudios.
Todo lo referencio a mi experiencia de 20 (ya casi 21) años en la Formación Profesional reglada. Seguro que más de uno al leerlo ya ha tenido pensamientos peyorativos:”el que vale a la Universidad, y el que no, a la FP”. Es la idea de nuestra “cultura titulítica”.
Pero quiero partir de la idea vertida por el profesor de “los seres humanos tenemos una tremenda capacidad para el aprendizaje y el cambio”. Lo he constatado personalmente como “halago” por parte de los jefes que he ido teniendo en mi desarrollo profesional, y cuando recalé en la F.P. lo constato curso a curso observando a mis alumnos.
En este libro se advierte que la idea sobre la que se va a trabajar es exclusivamente la innovación como innovación tecnológica. Y para que esta innovación (que cuanto más disruptiva sea, más posibilidades tiene de crear monopolios temporales) surja, es necesaria una cultura organizativa innovadora, sin miedo al fracaso, que posibilite el impulso de la innovación.
Así se va hablando de ideas, que desde mi perspectiva son los “nuevos valores” que nuestra actual sociedad trata de transmitir desde postulados “emprendedores” porque no tienen cabida en las estructuras ya montadas y muy neandertales. Estos principios (recogidos por Pilar Jericó en su libro “El Nomiedo”) se centran en la pérdida del miedo al fracaso (entendido en sus versiones de: supervivencia, poder, cambios, rechazo), tomando como ejemplo la dinámica científica de experimento-error-experimento-error . . . hasta que se llegue a experimento-éxito.
En la enseñanza no universitaria, sobre todo en las primeras etapas, se suele decir que cada alumno es un proyecto, por el que se lucha con el empeño del “único”. Y que con uno solo (de los 30 ó 35 que se tienen por aula) que despunte en aquello que se haya propuesto, es más que suficiente.
También en el libro se recoge el rechazo al cambio, que sufrimos en todos los niveles productivos. Y se justifica como una herramienta defensiva. Pero se aclara que es una herramienta errónea. Si bien, el problema se enfoca como un problema de coherencia entre creencias, sentimientos, actitudes y conductas, necesario para nuestro bienestar psicológico.
Esta explicación proviene de la teoría de la disonancia cognitiva, que nos lleva a rechazar las opciones contrarias a nuestras creencias, sentimientos, actitudes y conductas.
Para evitar esta disonancia cognitiva y otras conductas producidas por el miedo al cambio, desde las altas jerarquías se intenta educar en la flexibilidad, entendida como “trabajo en grupo”. Nuestro grupo es nuestro universo. Es donde estamos seguros. Confiamos en él. Y por lo tanto, somos capaces de expresarnos libremente y aportar todo lo que se nos ocurra, por descabellado que parezca. Aceptamos las decisiones que se tomen en el seno del mismo aunque no sea la que yo he propuesto. Pero no tiene por qué estar formado por personas con las mismas creencias, sentimientos, actitudes y conductas. Así polinizamos.
trabajo en equipo
Es la forma mas natural encontrada en el actual management de comprometer a las personas que forman las organizaciones.
Estoy de acuerdo con el profesor que “la jerarquía y la burocracia ahogan el pensamiento, el talento, la capacidad de cambio y cualquier atisbo de innovación”. Pero, también estoy de acuerdo con Sennet cuando afirma que la flexibilidad implica cierto caos.
Pero una Universidad inglesa acaba de sacar a la luz pública un estudio sobre la relación entre enfermedades mentales como la esquizofrenia y la creatividad e innovación.
Y no por ello, debemos concluir que para ser innovador hay que ser enfermo mental. Ni tampoco que todo innovador es capaz de crear una empresa exitosa. El que no se lleve la rigidez y la burocracia a sus extremos, no significa que no existan pautas de convivencia en las empresas.
Yo no tengo muy claro dónde me encuadraría. Pero tengo que reconocer, que soy poco dada al encuadramiento de las personas: como ya he dicho, me dedico a dar clases en formación profesional y veo diariamente cómo mis alumnos se posicionan de un extremo a otro según les convenga para lo que en cada momento consideran sus “intereses”. Y como llegan con la etiqueta de “fracasados” cuando realmente son “mal etiquetados”. De algunos conseguimos que remonten y salgan considerándose “los reyes de Nueva Inglaterra” (como en la película “las normas de la casa de la sidra”). El resto . . . pasa a engrosar la mano de obra de las organizaciones neandertales en su mayoría.
Por otra parte, en mis años de abogada ejerciente, tuve suficiente para constatar y dar fe de la facilidad de algunas personas para convertirse en otras muy distintas. Y en mis años en recaudación ejecutiva, tuve una visión de las empresas, que, cualquier parecido con la realidad que venden, es pura ficción.
Recomiendo la lectura detenida de este libro, porque tiene muchas ideas a reflexionar. Y no debo ser la única que lo piense, cuando el adjetivo 2.0 se está poniendo de moda (aunque alguna, como «Antena3, haya dicho hoy que son una «empresa 3.0»).